8/21/2006

Qué es la mediología Por: Régis Debray



Original de Le Monde Diplomatique*

No es suficiente, lo sabemos, inventar un término para fundar una disciplina. “mediología” es un neologismo – aparecido en 1979 en Le Pouvoir Intellectuel en France (1). Bajo este título de mediología y con el paso de los años, se ha constituido un entrecruce de notables investigaciones donde se encuentran filósofos, historiadores, técnicos, investigadores en estética e investigadores en “infocom”. Muchos malentendidos, la mayoría de ellos desafortunados, giran en torno a este campo de investigación.

A pesar de su sufijo, la mediología no pretende el estatus de ciencia, tampoco se trata de una novedad (ya que no es un descubrimiento). A pesar de sus raíces, la mediología no es una sociología de los medios conformada bajo otro nombre. Será la función de médium, bajo todas sus formas, lo que la mediología deseará poner al día, observándolo desde los inicios (desde el nacimiento de la escritura), sin dejarse obsesionar por los medios de la actualidad.
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Se trata, en una primera aproximación, de analizar las “funciones sociales superiores” (religión, ideología, arte, política) en sus relaciones con los medios y los entornos de transmisión y transporte. El punto sensible y el punto central de la reflexión es la separación entre estas funciones, los medios y entornos. Esa zona donde de una parte aún fluyen interacciones técnico-culturales, o interfaces entre nuestras técnicas de memoria, transmisión y desplazamiento, y de la otra parte fluyen, nuestros modelos de creencias, de pensamiento y de organización.
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Walter Benjamín (en la imagen) ocupa un lugar entre los antecesores. El se preguntaba no si la fotografía es un arte, sino lo que había cambiado la fotografía en nuestra concepción del arte. Aún más lejos, las intuiciones de Victor Hugo con su siempre provocador “Ceci tuera cela”. Importa aquí menos el verbo “tuera” (2), del todo discutible, que la puesta en relación de dos cosas aparentemente lejanas: el libro y la arquitectura, la imprenta y el protestantismo. Los mediólogos se interesan en los efectos de estructuración cultural de una innovación técnica (la escritura, la imprenta, el ordenador, pero también del telégrafo, la bicicleta o la fotografía) o en un sentido inverso, en los soportes técnicos de una emergencia social o cultural (ciencia, religión o movimiento de ideas).
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El interés no se coloca entonces sobre un objeto ni en una región perceptible como real (digamos: los media, etc.), mejor sobre las relaciones entre los objetos o las regiones. Entre una idealización y una materialidad, entre un sentimiento y un artilugio; una disposición y un dispositivo. De donde el gusto por las pinturas es doble, está entre esto y aquello. El estudio de una bicicleta no tiene nada de mediológico; salvo desde el momento en que es examinada la relación existente entre el acontecimiento bicicleta y el advenimiento del feminismo. De al cinética en el arte, del individualismo democrático, etc. El estudio de la idea de nación se convierte en “mediológica” desde el momento en que es introducida la relación con las redes de carreteras y ferrocarriles, las redes postales, telegráficas y eléctricas. Un estudio del deseo de inmortalidad sería bienvenido en si mismo: el solamente se convertiría en mediológico desde el momento en que quisiera mostrar como esta aspiración íntima se transforma bajo el efecto de la pintura, la fotografía, el cine, la televisión, en fin desde los aparatajes de la imaginación colectiva.
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Largo y diverso es el camino de las correlaciones funcionales. Uno puede quedarse observando las relaciones intrasistema. Por ejemplo en el libro. Si se observar el modo impreso de reproducción estamos del lado técnico, y si vemos la organización interna de los textos, estamos del lado de la cultura. Para la imagen fija sería por una parte la digitalización (eso que el ordenador hace a la película) y por otro lado la foto artística. O aún en el cine, cómo el magnetoscopio ha transformado la observación cinematográfica. Se argumentará sobre los placeres del descubrimiento hasta llegar a la interacción intersistemas. Por ejemplo, lo que se ha transformado en la pintura con la aparición de la fotografía. Que ha transformado lo eléctrico en la arquitectura (grúas de levante y rasca cielos); o las transmisiones del Tour de Francia que se producen en directo a principios de siglo, observándolo desde su origen en el periódico impreso. Se realizan pues algunos recorridos y se corren algunos riesgos al abordar las interacciones transistémicas. Por ejemplo, las relaciones de dependencia uniendo la itinerancia en un medio desértico, la persistencia monoteísta, la cultura tipográfica y la invención socialista, la proyección cinematográfica y la construcción de imaginarios de nación.
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El observar el efecto rebote no viene de hoy. Etnólogos y sociólogos nos han mostrado lo que el hombre hace a sus objetos. Tecnólogos y epistemólogos, eso que los objetos hacen al hombre (sobre todo lo bueno). Las técnicas materiales y las formas simbólicas no son territorios aislados (excepto en las gigantomáquinas idealistas del tipo “el hombre contra las máquinas”). Más allá del reconocimiento renovado de las “Technologies itellectuelles” (Pierre Lévy) y de los medios de transporte - que nos llevan a los trabajos de Goody (en la imagen) , Postman, Latour, Havelock y otros-, esta aproximación podrá desembocar un día en una nueva forma de describir el mundo y de contar historias, lejos del dualismo heredado. Liberándose de las oposiciones ancestrales que nos han teleguiado de forma encubierta: original / copia, potencia / acto, interno / externo, sustrato/fenómeno, espiritual/material, estas tándems arcaicas se reproducen año tras año, incluso en ambientes más tecnológicos como en el caso de lo real/virtual, soporte/código, vector/mensaje.
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Ello no ocurre porque Dios halla muerto, en efecto lo que esta muerto es la teología instintiva e inconsciente que nos empuja colocar al principio de toda historia un origen, luego un proceso, enseguida a un creador y entonces a unas criaturas, una Esencia, luego sus fenómenos, un Fin ideal y posteriormente los mecanismos de subordinación. La investigación de tipo mediológico oscila entre su sentido común mostrando que el origen es ese que se coloca al fin, que el medio exterior es interior al mensaje y que la periferia está en el centro del problema, que el transporte transforma, que, digamos, el material para el registro dista la forma de escritura y en general que nuestros propósitos se regulan bajo nuestras panofilias.
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Resumamos en estilo telegráfico las tesis principales a las que llegamos:

La influencia de una ideología no puede analizarse en términos ideológicos. El secreto dinámico del “acción de las ideas en la historia” es la búsqueda de los soportes y relevos de transmisión.
La transmisión o transporte de información en el tiempo se debe diferenciar de comunicación o transporte de información en el espacio, no importa si ellos se combinan con la realidad.
Si el hombre es el animal que tiene una historia, la transmisión no biológica, artificial, de caracteres adquiridos es el otro nombre de la cultura humana. Los animales comunican, ellos no transmiten (ellos conocen el mensaje por señal, no tienen herencia acumulativa con trazos)
Los medios de transmisión –o vehículos mediadores del símbolo – tienen una doble naturaleza: a los dispositivos técnicos (superficies de inscripción de signos, procedimientos de codificación, aparatos de difusión), se suman los dispositivos orgánicos (instituciones, lenguas, rituales). Es la presencia por encima de todo de un parataje (o materia organizada), de una institución jerarquizada (u organización materializada) que distingue un hecho de transmisión de un simple acto de comunicación. Para esquematizar al extremo, el empirismo “norteamericano” tiende a privilegiar el lugar técnico de las comunicaciones, y la sociología “europea” el inverso político desde la Escuela de Francfort: realismo político y angelismo técnico; desde McLuhan (en la imagen) , realismo técnico y angelismo político). El mediólogo busca rearticular praxis y técnica.

El objeto de la transmisión no preexiste al mecanismo de su transmisión. La prueba esta en retroceder. Por ejemplo: como lo ha mostrado Maurice Sachot, no es la figura y las palabras de Cristo las que han sido transmitidas a la posteridad, tal es el centro del origen para los apóstoles y padres (3). La figura de Cristo ha sido elaborada en tres siglos (a partir de un probable Jesús de Nazareth) por una organización cristiana a través de una sucesión de matrices culturales estructurantes (judaica, helénica y romana). La ilusión historicista consiste en atribuir al origen (Jesús, Marx, Buda, Freud, etc.) las formas ulteriores de creencia.
Los modos de transmisión simbólica, en la época moderna, no son separables de los modos de transporte físico, de los cuales la conjunción configura una “mediasfera” técnicamente determinada (sea un cierto espacio-tiempo). La mirada mediológica se esfuerza por acoger máquinas “locomotivas” y maquinas simbólicas. Por ejemplo, después de 1840, la pareja telégrafo-ferrocarril, teléfono-automóvil, radio-avión, tele-satélites etc.
El medio o dispositivo vehicular no se da inmediatamente en la experiencia sensible. El debe estar constituido por una operación de análisis intelectual. Se nota entonces que la noción de médium nos reenvía a medio (centro) – puntualizando en una ecología cultural, y el medio nos lleva a una noción de mediación técnica (como propulsor de un fenómeno de hominisación aún en curso)

Cada vez que emerge un nuevo enrejado, cae un muro entre dos disciplinas, desaparece una frontera. El nacimiento de la ecología ha tumbado el muro entre lo vivo y lo inerte, demostrando que existían sistemas de unión complejos entre los espacios vegetales y los animales de un lado, y del otro los suelos, los territorios y los entornos. La sociología ha igualmente echado por tierra el muro que separaba los fenómenos individuales, dominio de los moralistas, de los fenómenos colectivos, dominio de los historiadores. Se trata aquí de abatir el muro que separa lo noble de lo tribal, los fenómenos dichos superiores (religión, arte, política), de los dominios dichos inferiores (materiales, vectores, canales de transmisión). Destruir el muro que separa la técnica, vivida hasta el presente por la tradición de occidente como la arquitectura y la cultura, vivida como antitécnica. Cada uno de los dominios se piensa en contra del otro; quizás es tiempo de pensarlos sistemáticamente uno por el otro, uno con el otro.
Notas:
Ediciones Ramsay y Folio-Gallimard, París

“Ceci tuera cella” Esto “tuera” aquello. La forma verbal “tuera” quiere decir aquí “matará” o destruirá. nt.
L’invention du Christ, génesis de una religión, colección: “ Le champ mediologique”, Odile Jacob, París, 1998.
Traducción con fines pedagógicos. César A. Rodríguez, 2004.